REVISTA LITERARIA CERVANTES CHICO



RECONOCIMIENTO Y ADMIRACIÓN


 POR:
ROSA DEL REAL

Maestra, bibliotecaria y experta en LIJ

Premio Cervantes Chico 2016: una autora, sus lectores y la fiesta de todos los que reconocemos la impecable labor de una vida dedicada a transmitir la pasión por la lectura y la escritura. Un premio único y necesario, porque es el homenaje de los lectores y de muchos profesionales del mundo de las letras al conjunto de una obra, a su autora, en este caso, y a la literatura con mayúsculas. Sí, con mayúsculas, porque escribir para niños y jóvenes es un empeño mayor, un acto que implica mucha profesionalidad, conocimientos y calidad, que reconoce  a sus lectores con el respeto que merecen.  Porque oímos, de vez en cuando, que los escritores que se dedican a la LIJ son autores menores, que su literatura es más fácil. Pero yo creo que no, que es más difícil satisfacer los gustos y las necesidades lectoras de un niño o de un joven, que la de los adultos.

A propósito de esto, en el centenario del nacimiento del genial Roald Dahl, uno de los autores más queridos y leídos por pequeños y grandes, comentaba que el éxito de su obra estaba en que trataba con respeto a sus lectores, que no los subestimaba y que los niños eran los más exigentes y críticos, que “todos los niños poseen una brasa, pero alguien debe encender el fuego”.  Muchos autores de “literatura mayor” han intentado escribir cuentos y, en alguna ocasión, han comentado que les resulta realmente difícil.
¡Claro que es difícil escribir para niños! Por eso, ser reconocido con este galardón debe ser algo muy importante para un autor, porque la última palabra la tienen los niños, sus lectores.

Después de tantos años siguiendo la obra de escritores que se dedican a la LIJ, disfrutando de sus lecturas a solas o en las aulas con mis alumnos, conociéndolos en eventos y encuentros literarios, fuera y dentro del colegio, me llegó una increíble invitación: formar parte del jurado Premio Cervantes Chico 2016. ¡No lo podía creer!  Me consideré una persona privilegiada, pero a la vez estaba impresionada, porque mi opinión podría influir en la decisión final. ¡Qué responsabilidad! Me sentí muy feliz y halagada. Feliz durante el proceso de selección y la entrega del premio a Ana Alcolea en el Teatro Cervantes, de Alcalá de Henares, y encantada con esta experiencia para el recuerdo.

Y decir muy alto que el Premio Cervantes Chico  es necesario, porque los niños, los jóvenes, las familias y los docentes queremos agradecer y dar a conocer la extraordinaria labor de los verdaderos artífices que fomentan el gusto por la lectura a nuestros niños. Y ampliar los horizontes, para que sea más conocido y reconocido, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Solo me queda dar las gracias. Gracias a las personas y entidades que hacen posible el premio. Gracias a los autores y autoras que, no solamente escriben, sino que se dedican a promover y acercar la lectura. Gracias a una ciudad muy querida por mí, Alcalá de Henares, Patrimonio de la Humanidad. Gracias por permitirme formar parte de esta inolvidable experiencia.

Y felicitar a todos los que en estos últimos 20 años habéis hecho posible que este premio sea la fiesta de la Cultura. Enhorabuena a la ganadora del Cervantes Chico 2016, mi admirada Ana Alcolea y a todos los premiados en las anteriores ediciones. Las caritas de los niños asistentes lo decían todo: admiración, gratitud, emoción…Y para nosotros, los adultos, que un día también fuimos niños, un momento para el reconocimiento.


Rosa del Real (Maestra, bibliotecaria y experta en LIJ)


MOTIVACIÓN A LA LECTURA:

EL LATIDO DE UNA CONTRADICCIÓN.





 POR:
JOSÉ CARLOS ATIENZA

Profesor y escritor


No hay duda, o no debiera haberla, que la lectura es un pilar fundamental para el desarrollo humano. Un pilar fundamental para toda sociedad de progreso. Sin embargo España no alcanza un buen índice de lectores. Un 35% de los españoles afirma no leer. ¿Formamos parte entonces de un país de progreso?
Es por esta razón, porque sabemos de la importancia de la lectura, porque sin lectura, la comprensión, la reflexión y la crítica están muy tocadas, no cejamos, una y otra vez, en buscar culpables y soluciones que consigan cambiar esta tendencia.
Hablar de lectura y más concretamente de motivación a la lectura es entrar en un mundo poblado de contradicciones que palpitan siempre en el sendero que más interesa. Sistema, gobierno, leyes de educación, colegios, maestros, libros, ocio, tiempo… son aparentemente los culpables ante el manifiesto abandono, según las encuestas, de una parte de la población por la lectura. Parece, a la vista de lo aquí anunciado, que son muchos los enemigos que, en estos tiempos de efímeras modernidades, ha encontrado la lectura, pero ¿son realmente sus enemigos? Bastaría con una pequeña reflexión para saber cuál es su más fiero enemigo y dónde encontrarlo. Un enemigo que actúa tempranamente, sembrando su semilla en las primeras etapas del desarrollo del niño (0 – 7 años según Piaget), y lo hace cogido de la mano de los adultos en el mismo seno de las familias y fuera de ellas.
Este gran enemigo recibe el nombre de sobreestimulación (hoy, parece estar muy ligada a la hiperactividad en los menores) que actúa como una sustancia adictiva, incrementando gradualmente la insatisfacción del niño que necesitará de nuevos y más intensos estímulos que demandará con cuantas artes le sean necesarias para conseguirlos.
Sin embargo, el camino para hacer de nuestros hijos unos futuros lectores comienza siendo muy prometedor. Las familias desde el mismo momento del nacimiento de sus pequeños, en esa primera etapa del desarrollo cognitivo, etapa sensiomotriz, previa a la aparición del lenguaje articulado, estimulan a sus hijos hablándoles con una entonación diferente, cantándoles canciones, contando e incluso teatralizando cuentos, que más tarde, ya en la segunda etapa, la preoperacional, asociarán a esos libros que sus progenitores tenían en sus manos mientras ellos cerraban el telón para dejarse llevar en el mundo de los sueños encantados con esas historias.
Desde este primer instante ya estamos formando a nuestros futuros lectores y sin embargo, ¿por qué es en esta segunda etapa cuando la sobreestimulación les llega en colosales proporciones con nuestro beneplácito? Es aquí donde el niño empieza a disolverse en un mundo prematuro, diseñado y muy bien estudiado, que todavía le viene grande.
Queremos que nuestros hijos adquieran cuanto antes conocimientos, cuantos más mejor, y para ello les facilitamos toda clase de objetos al uso convencidos de que  aprenderán antes a hablar, por poner un ejemplo, o en un futuro se desenvolverán mejor en un mundo gobernado y dominado por la tecnología. Impera la creencia, errónea, que así hacemos a los niños más «listos» y, llevados de nuestras manos  por desinformación o comodidad, les permitimos que se conviertan en cerebros programados negándoles la capacidad de analizar, de crear, de imaginar; olvidando, consciente o inconscientemente, la verdadera naturaleza del niño: la curiosidad, la acción, la creatividad.
¿Qué soluciones podemos aportar? Aquí, el latido de la contradicción alcanza parámetros de extremada peculiaridad. No hay soluciones mágicas. Hoy en día hay multitud de páginas por internet en las que se exponen con mayor o menor criterio, con mayor o menor acierto, multitud de técnicas, trucos y sugerencias para animar a nuestros hijos a leer, y sin embargo, a pesar de toda la información, el problema continúa.
No faltan ni faltarán en este terreno debates y más debates, en todos los ámbitos y lugares, de cómo motivar a esos niños que no son lectores. Un debate que rápidamente gira hacia una inevitable disertación que tiene atisbos de inmortalidad: los libros que deben leer nuestros hijos. Y surgen nuevas contradicciones. Se debatirá cómo deben transcurrir los argumentos, la moraleja y las enseñanzas que tienen que trasmitir esos libros, pero si al mismo tiempo, como ya ha ocurrido, nos convertimos en jueces e inquisidores al controlar e incluso censurar el contenido de esos libros, lapidaremos ese consenso ya existente por el cual, para que un niño se acerque a la lectura, hay que tomar como punto de partida sus preferencias.
Podríamos, para empezar, hacernos las siguientes preguntas: ¿Cuál ha sido nuestro esfuerzo para que nuestro hijo lea? ¿Hemos celebrado con igual magnanimidad el regalo de un libro que el de una tablet, videoconsola, etc... por poner sólo algunos ejemplos? ¿Hacemos el mismo esfuerzo, no solo económico, para regalar un libro o su compra ha sido la resultante de completar un presupuesto destinado a otra clase de regalos?
Debemos partir de una premisa principal: no existe persona que no le guste leer, lo que le ocurre es que todavía no ha encontrado ese libro que le fascine o hechice. ¿Cuántas veces hemos oído decir a nuestros mayores, referente a la comida: «No puedes decir que no te gusta si no lo has probado». ¿Cuántos niños afirman que no les gusta el cine aunque no les haya gustado la película?
Partiendo de este sencillo principio, incluso aquellos libros que les resulten desagradables pueden ser una buena fuente de inspiración si son objeto de crítica jugando en el terreno de la libertad, sin líneas prohibidas, con reflexión, crítica, debate…, siendo ellos los protagonistas. Tan bueno es disfrutar con una lectura como saber qué tipo de lecturas no gustan, y ese terreno hay que recorrerlo para descubrirlo. En este punto la escuela debe ser un referente y debe proporcionar lugares y tiempos para que los alumnos vayan descubriendo y encajando sus gustos y preferencias.
Existen los planes de fomento a la lectura al que se le unen las campañas lanzadas desde diferentes medios y organismos para el fomento de ésta, cuya efectividad resulta muy difícil de evaluar. «Son campañas diseñadas desde el punto de vista de los adultos» afirma Alena Collar, escritora y periodista, lo que justificaría, sin duda, el fracaso de la mayoría de ellas. Ignoramos precisamente a aquellos para quienes van a ir dirigidas estas campañas. Algo que deberíamos cambiar, como también debemos cambiar nuestra actitud.
La actitud es fundamental para llegar a buen puerto. Para empezar, es importante desterrar del mundo del niño todo ese cúmulo de excusas que salen en las encuestas para justificar el porqué no leemos. Una actitud que hay que aderezar con buenas dosis de voluntad y que debe contar con dos ingredientes principales, dos palabras claves para dirigir la mirada y el interés de los más pequeños y mayores hacia la lectura: mostrar y entusiasmar, ingredientes necesarios que necesitan estar ligados a la mejor pedagogía posible: el ejemplo.
Sobre la primera encontramos un amplio consenso. Hay que mostrar al niño la importancia de la lectura y del libro; mostrar la importancia del conocimiento, de la creatividad, de la imaginación, y no solo en el ámbito de la escuela o en el seno de las familias.
 Debemos desterrar las palabras que José Cadalso inmortalizó en sus Cartas marruecas del año 1774 cuando escribía: «Hay cochero en Madrid que gana trescientos pesos duros, y cocinero que funda mayorazgos; pero no hay quien no sepa que se ha de morir de hambre como se entregue a las ciencias, exceptuadas las del ergo, que son las únicas que dan de comer». 
Hay que canalizar a los pequeños a bibliotecas y librerías donde pueden degustar con la mirada, con el tacto y en algunos casos, incluso con los olores, la vida de esos libros.
La escuela también debe mostrar. Mostrar esos libros para que convivan con los alumnos. Mostrar que sean los propios alumnos quienes sugieran títulos. Facilitar el préstamo y el intercambio e ir creando una biblioteca muy personal, elaborada desde el gusto de los alumnos. Son necesarios concursos literarios que tengan un impacto informativo en las localidades convocantes y clubs de lectura, que bien podrían hacerse como actividad extraescolar promovida desde las Ampas.
Pero nada de esto funcionará como deseamos sin el segundo ingrediente: el entusiasmo. Es necesario que el entusiasmo brote en todas aquellas personas que rodean a ese niño, desde la familia hasta el maestro, sin excluir a los libreros que deben implicarse, como me consta que hacen muchas librerías en este mundo de la palabra, seduciendo a esos pequeños lectores inteligentes, escuchándoles y aconsejándoles con libertad para buscar y rebuscar. En definitiva que se les muestre y se les invite a ser partícipes del mundo del libro.
«No habrá lectores en el futuro si no conseguimos que su presente sea lector» comenta Alena Collar; y es que no debemos olvidar que todo cuanto atesoramos no deja de ser presente y éste, debe alimentarse.
Tampoco podemos olvidarnos de los escritores. El entusiasmo debe ser el cáliz de su pluma. Tienen un papel en este proceso de gran relevancia. Deben, con entusiasmo, mostrarse ante los que son o pueden ser sus lectores. Sobre este punto hay que destacar la iniciativa de un colegio público de Navalcarnero, y estoy seguro que hay muchas más, que ha logrado organizar un encuentro con autores, autores que regalan entusiasmo. Son días de lectura en el que el libro adquiere una relevancia todavía mayor. Los niños y niñas tienen la oportunidad de conocer a esos escritores y compartir con ellos unas horas con una cercanía que les aproxima, y de qué manera, al mundo de la lectura y del libro. Un encuentro sin la tiranía de unos compromisos o la saturación de unas firmas en una feria del libro y sin un mostrador que resulta ser una barrera infranqueable que dificulta más su inmersión en el mundo de la lectura.
Para finalizar, no es suficiente que los editores soliciten a las Administraciones Públicas planes para el fomento de la lectura. Deben implicarse más, escuchar a los niños, saber qué les gusta, qué les atrae, hacer participar a los maestros, a las familias, a los libreros y a todos aquellos que tengan una relación con la lectura, ser a su vez formadores de la «Comunidad lectora»; y de nuevo, nuestros escritores, tienen un papel relevante, uno más, hacer de mensajeros.
Sé muy bien el esfuerzo de muchas familias, de muchos profesores de colegios, de institutos, de muchos libreros, de editores y escritores que buscan infatigablemente fórmulas para conseguir que nuestros hijos sean unos buenos lectores porque aprender es comprender y para comprender hay que leer; y también sé de su infatigable voluntad por hacer que su entorno sea un lugar de encanto para los niños. Creo que es aquí donde radica el futuro y la semilla. No es fácil, pero ¿quién ha dicho que lo fuera?
Se hace camino al andar. Ahora toca predicar con el ejemplo.
© José Carlos Atienza.

Mi agradecimiento a Alena Collar, escritora y periodista, y a las familias del Ceip. José Jalón, de Navalcarnero por sus aportaciones desinteresadas.

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¿CERVANTES O CERVANTES CHICO?

Santiago García-Clairac
(A partir de una entrevista realizada por
Javier Fernández Jiménez)







Hay una tendencia a que se los compare de forma inconsciente. Hace poco he leído en las redes sociales un mensaje dirigido a un premiado diciéndole que, ya que tiene el Premio Cervantes Chico, a ver si ahora le daban el Premio Cervantes; y que a ver si se lo daban sin cosas de niños.

Personalmente, creo que no es bueno para ninguno de los dos premios crear la expectativa de que, después del Cervantes Chico puede venir el Cervantes.

Son dos galardones independientes que no se parecen en nada y, desde luego, el uno no lleva al otro, pero tampoco sería imposible que un mismo autor recibiera los dos a lo largo de su carrera.

El Premio Cervantes Chico lleva dieciocho años entregándose y ninguno de los premiados ha conseguido ambos premios. Para mí es una demostración de que no tienen ninguna relación salvo la palabra “Cervantes” y que los dos se entregan en Alcalá de Henares.

Es un grave error pensar que el Cervantes Chico es la antesala del Cervantes adulto. Esa idea, alimentada por la creencia de que un autor infantil juvenil aspira a ser un escritor de literatura adulta, no tiene ninguna base, y además, resulta menospreciativa. Y despectiva. El autor de literatura infantil y juvenil está en el lugar que quiere estar y no necesita escribir para adultos para demostrar que es un buen autor.

Es verdad que un escritor de infantil y juvenil podría ganar el Cervantes adulto. Claro que sí. Si de lo que se trata es de premiar la literatura de calidad, sea para el público que sea, muchos de infantil y juvenil podrían ser muy buenos candidatos al Cervantes adulto. Es casi seguro que habrá algún Premio Cervantes que también habrá escrito obras para público infantil y juvenil, y que, sin embargo, no ha obtenido el Cervantes Chico.

El Premio Cervantes Chico se ha creado para premiar a autores que se dedican a la literatura infantil y juvenil, y no me parece bien que se vea como un premio de consolación… Ya que no consigues el Cervantes adulto, te damos el Cervantes Chico… o, ya que te han dado el Cervantes Chico, intenta ganar el Cervantes adulto.

Yo defiendo la idea de que el Cervantes Chico es un gran premio en sí mismo, sin necesidad de poner el ojo en el otro al que, por supuesto, también guardo el máximo respeto.

Tenemos que reconocer que se trata de literatura muy diferente y que se mueve en terrenos bien distintos. El Premio Cervantes Chico y el Cervantes tienen en común que se entregan en Alcalá de Henares, cosa lógica, por otra parte, porque es la ciudad en la que nació Cervantes, es una ciudad que mima a su autor símbolo y en la que hay además, otros premios, como el de Literatura Cervantina dirigido a colegios y que se entrega cada año.

Personalmente creo que estos dos premios no tienen nada que ver, de hecho, son tan diferentes que el Premio Cervantes lo entrega el rey y el Cervantes Chico lo ha entregado la princesa en tres ocasiones. No hay uno por encima del otro ni hay uno menor que el otro, la literatura premiada en cada caso tiene importancia por sí misma.

Hay que empezar a entender que la literatura infantil y juvenil tiene entidad e importancia propia. Es importante tal y como es, sin complejos. Y no necesita ni proteccionismos ni paternalismos. No es una literatura menor ni dependiente de ninguna otra, ni necesita crecer fuera de sí misma.

Existe también otro debate al margen del premio. Hay autores de infantil y juvenil que dicen que es igual escribir para niños que para adultos, que no notan la diferencia. Aseguran que sus libros los pueden leer igualmente los niños, los jóvenes y los adultos. Eso lo comparto, pero ése no es la cuestión, el tema que nos interesa es que el Cervantes Chico es un premio válido en sí mismo, sin necesidad de ponerle la zanahoria del Cervantes.

Ya sé que muchos adultos leen literatura infantil y juvenil, pero mi opinión es que, precisamente, la leen por eso, porque está escrita desde un punto de vista diferente, sabiendo que está dirigida a un público joven. Y eso es lo que le da valor a la literatura infantil y juvenil.


Parece que las últimas tendencias, es un dato real, permiten asegurar que la literatura juvenil está siendo muy leída por adultos. 





JAVIER FERNÁNDEZ JIMÉNEZ inaugura nuestra REVISTA LITERARIA
con un artículo realmente simpático.





Yo, de mayor, quiero ganar el Premio Cervantes Chico

De muy mayor, además. No sería para nada una mala señal el recibir este galardón cuando sea una persona de edad considerable, porque querrá decir que sigo siendo leído y sigo disfrutando de la salud necesaria no ya para escribir, sino además para continuar paseando mis libros y mis historias por colegios, centros literarios y muchos niños y niñas.

Sí, lo tengo anotado en mi agenda, para dentro de algunas décadas. “Intentar conseguir el Premio Cervantes Chico”, tengo apuntado. Y eso que, merecer este premio, uno de los más representativos e importantes de la Literatura Infantil y Juvenil española, no es nada fácil. Lo primero que hay que tener es una buena obra literaria, una obra que llegue a los lectores, que emocione y que invite a leer por encima de otros vicios (o, que, al menos, vaya a la par). También implica el estar en el día a día de la literatura, tener la popularidad necesaria para lograr un mérito semejante y otras muchas virtudes que ahora no vienen al caso, pero que hacen de este premio uno de los más codiciados por todos los autores de una literatura que se encuadra dentro del ámbito de los niños y de los jóvenes.

Además, recibir un premio como este me situaría en una lista en la que están personas tan relevantes para la Cultura y la Literatura como Gloria Fuertes, Ricardo Gómez, Marinella Terzi, César Mallorquí, Juan Muñoz, Montserrat del Amo, Maite Carranza… en fin, que es estar en un listado con los nombres más importantes de la Literatura Infantil y Juvenil españolas.

Y, sin embargo, hay algo que me gusta por encima de todo cuando pienso en este premio y que me chilla día a día que lo intente ganar en el futuro (aunque recibir este premio no es cosa de uno, sino del jurado, de los lectores y de muchos otros factores diversos), y es el Teatro Cervantes de Alcalá de Henares, lleno hasta la bandera de niños y niñas merecedores de sus propios premios. Es el hecho de estar presente y en el centro de uno de los momentos más mágicos e increíbles que he visto poner en funcionamiento la literatura, un encuentro entre más de doscientos niños y un autor, entre lectores y buenas personas que se reúnen en un único lugar con la excusa de un premio literario bestial.

Son muchas las cosas que me invitan a querer recibir el Premio Cervantes Chico algún día, pero para lograrlo aún me queda un camino largo y, espero, productivo. Que me espere aún cuarenta años o así, entonces, estaré encantado de recibir un premio tan impresionante y precioso, cuando los dos, el Premio y yo, seamos ya muy mayores.


Javier Fernández
Director de Menudo Castillo
@menudo_castillo

2 comentarios:

  1. ¡Me encanta tu artículo, Javier! Pero, jo... ¿Tan mayores nos ves a los que lo hemos recibido...?

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  2. Siempre hay espíritus jovenes, Marinella, capaces de lograr prodigios que almas más pequeñas, tardamos siglos en alcanzar.

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