20 DE OCTUBRE, DURANTE LA GALA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES CHICO, ANTE 244 NIÑOS Y NIÑAS.
Autoridades, miembros del jurado, premiados de este y de otros años, colegas,
amigos, señoras y señores, niños, niñas, buenos días. Y digo buenos días en mi
nombre y en el Miguel de Cervantes, cuyo nombre y cuya obra honramos aquí por
encima de todo y de todos, en el teatro que lleva su nombre, en la ciudad que
lo vio nacer. Buenos días a la palabra. Buenos días a la literatura sin
adjetivos. Pues literatura es algo que no tiene edad, porque las palabras no
envejecen, ni los cuentos, ni las historias. Y esos cuentos que nos leyeron
cuando aún no teníamos la capacidad de distinguir las letras, son los mismos
que leemos o escribimos cuando somos adultos, jóvenes, o ancianos.
Porque los escritores y los lectores
SIEMPRE creamos las mismas historias a través de los SIGLOS de la Historia, y a
través de los AÑOS de nuestra vida. Creamos historias que hablan de
nosotros mismos: de nuestras alegrías, de nuestras tristezas, de nuestros
amores, de nuestros desamores. De nuestra melancolía, de nuestra felicidad. Por
eso nos gusta leer. Y escribir. Porque al hacerlo, nos unimos a lo más íntimo
del resto de la humanidad. Aquello que tenemos todos en común. Aquello
que es universal. Aquello que todos somos capaces de sentir, y a veces, no
siempre, de expresar.
Los escritores y los lectores somos
MAGOS. Sí, sí. Habéis oído bien. Hacemos magia con las palabras. Una magia que,
con el debido respeto a los prestidigitadores, tiene mucho más mérito que sacar
un conejo de una chistera. Que lo tiene, eh, yo no se lo quito. Pero al fin y
al cabo, el prestidigitador lo que hace es sacar algo de donde está. ¿Y los
escritores? ¿Y los lectores? Hacemos algo mucho más mágico y fascinante: porque
leemos letras, signos arbitrarios, diferentes a través de siglos y de culturas.
Los leemos y cada uno de nosotros crea, en su individual imaginación un mundo
diferente. Si yo os contara la historia de Romeo y Julieta, esos dos
enamorados de los que escribió Shakespeare, cada uno de nosotros se
imaginaría a Julieta con un color de pelo, de ojos, de vestido, diferente.
Porque las palabras tienen ese maravilloso don: hacen que cada lector las viva
de una manera diferente. Y cree en su imaginación, lo más íntimo y secreto que
tenemos, algo también distinto.
Y al hacerlo, va creando aquí dentro, en
la cabeza, la capacidad de imaginar, de pensar. Por tanto, va creando la
posibilidad de tener pensamiento propio, crítico, reflexivo. Para no creerse lo
que le digan los demás, y así poder ser LIBRES. La lectura nos hace libres. No
sé si mejores o peores, pero libres porque nos abre ventanas al mundo exterior,
ese que ahí fuera, y que es casi infinito. Y al mundo interior: ese que tenemos
aquí dentro y que es tan infinito como nosotros queramos.
Como don Quijote. Aquel Alonso Quijano
que había leído mucho. Tanto como Cervantes, no olvidemos a su creador. Ambos
habían leído mucho. Y don Quijote, NO OS CREÁIS, no se había vuelto loco
de tanto leer. No. Igual que Cervantes, que tampoco estaba nada loco. Tenía la
cabeza muy bien amueblada. Don Quijote ha leído tanto que su mundo se ha hecho
mucho más grande que su casa en un lugar de La Mancha, de cuyo nombre nadie se
acuerda. Su mundo es el universo entero. Por eso quiere ser un personaje como
los de las novelas que ha leído. Quiere ser un caballero de novela. Enamorado,
compasivo, aventurero. Bueno. Quiere ser un hombre bueno. No consigue ser
caballero, y tampoco tiene éxito en el amor. Pero sí que consigue ser un hombre
bueno, y sí que consigue ser un personaje de novela. Cervantes, el mago
Cervantes, lo ha convertido en el personaje más universal de la literatura. ¿Y
por qué? ¿Porque estaba loco? No. Don Quijote es universal porque don Quijote
somos todos. Tú, yo, ese señor de ahí, ese otro que lleva traje y corbata, esa
señora tan elegante de ahí detrás. Las señoras que han limpiado el suelo de la
sala en la que estamos. Todos somos don Quijote, porque todos queremos hacer de
nuestra vida algo especial. Esa fue la enseñanza más hermosa que nos enseñó don
Miguel de Cervantes.
Esa, y que la palabra es el don más
importante que nos ha sido concedido. Un don que alimenta al pensamiento, y que
se alimenta de literatura, de teatro, de música, de poesía, de filosofía, de
cine, de CULTURA. Eso que algunos piensan que no sirven para nada, porque no
ven más allá de sus muy pequeñas narices. Todas las lámparas de la CULTURA, de
la SABIDURÍA, son las columnas en las que se asienta el ser humano. Y así
lo ha hecho a lo largo de los siglos de la Historia con mayúscula. No alimentar
la cultura en todas sus variantes es “pan para hoy, y hambre para mañana”, por
usar un refrán, de los que tanto le gustaban a Sancho Panza. Eso lo supo bien
Cervantes. Y don Quijote, que se alimentó de cultura para poder amar y seguir
amando, a su inexistente Dulcinea, a las gentes con las que se encontraba en su
camino, pero sobre todo, a la palabra, siempre creadora, sanadora y dadora de
vida.
Muchas gracias a lectores, libreros,
comerciales, editores. Todos los que hacen y han hecho posible que hoy estemos
aquí. Gracias especialmente a Pablo Cruz, editor de Anaya Infantil y Juvenil,
que fue la primera persona que creyó en mi primera novela, y su “sí” significó
el comienzo de este camino.Muchas gracias a los miembros del jurado por haber
pensado que mis humildes novelas son merecedoras de este premio a la palabra
creadora, que lleva el nombre de Cervantes. Es un honor inmenso para un
escritor recibir este premio. Aquí, en este Teatro Salón Cervantes en el que
tantas veces me senté para asistir a espléndidas representaciones. En esta
calle, tan cercana a la casa en la que nació don Miguel. En esta ciudad, en la
que viví dieciséis años, en la que me casé frente al catafalco de Cisneros, en
la capilla de la Universidad. En Alcalá de Henares, donde di clase a quizás más
de mil jóvenes que ahora están trabajando por el mundo. En Alcalá, mi casa, en
la que guardo muy queridos amigos. Y amigas. Para mí, recibir este premio
en Alcalá de Henares, donde además escribí mis primeros libros, tiene mucho de
esa magia maravillosa, y muchas veces inesperada, que nos da la fuerza creadora
e inspiradora de la palabra.
Por ella, por la palabra, por todos
ustedes que hacen posible este premio en el que se honra a un escritor, a
maestros, a padres, a alumnos, a toda una comunidad educativa y CULTURAL, y que
es el barco que TODOS compartimos, MUCHAS GRACIAS de todo corazón, y con toda
mi emoción, que les aseguro que es MUCHÍSIMA. Muy BUENOS DÍAS a
todos.